sábado, 22 de octubre de 2011

Capitulo extra 2: Una comida...devastadora Parte 2

Ahora era yo el que estaba contra a encimera y el que iba a ser comido. Ella con una sonrisa muy picara se acerco a mi y me beso lento pero muy intenso, volviéndome loco. Sus manos descendieron desde mi cuello hasta mi abdomen, y desde ahí hasta donde estaba mi pantalón. Me estremecí entero cuando note lo cerca que estaba sus manos de mi ''centro'' . 


Con una sonrisa muy despacio, bajo mi pantalón con las manos rozando mi miembro, haciendo que se  levantase. Unos escalofríos recorrieron mi cuerpo, haciéndome perder el control. Me aferre a la encimera de la cocina para no caerme, sentía que las piernas me fallaban. Entonces desde abajo, me miro y sonriendo, empezó a besar mis piernas, haciendo que jadease de vez en cuando por el calor y el placer que recorría mi cuerpo en oleadas. 


Cuando con sus besos llego a mi ingle, cogió el borde de mi bóxer, lo bajo hasta los tobillos y siguió besando. Cuando acaricio y beso mi miembro, yo tuve que aferrarme mas fuerte a la encimera haciendo que sonara un poco. El fuego ya era insoportable y ella me sonrió como diciéndome que no iba a parar hasta que sintiera lo que ella había sentido. 


Muy despacio lamió con su lengua la punta de mi miembro y gemí. Nadie en mi vida humana ni vampirica me había dado tanto placer. Mi respiración se volvió entrecortada cuando ella con su mano aferro mi miembro y lo lamió. El fuego ya no era insoportable, era el mismísimo infierno. Entonces cuando pensé que se limitaría a eso nada mas, abrió su boca y metió mi miembro en ella. Chupo y succiono haciendo que me aferrara mas fuerte a la encimera y esta se resquebrajase. 


Su mano se movía de arriba abajo de mi miembro y su boca seguía chupando. Pasaron varios minutos, no se cuantos, hasta que llegue al orgasmo mas increíble de mi vida. Me aferre con tanta fuerza a la encimera que la rompí en miles de cachos. Entonces ella dio una ultima succión. Yo estaba estático como de piedra, sujetado a lo poco que quedaba de encimera y ella se ponía en pie con una sonrisa inocente y relamiéndose los labios. Y dijo:


-Feliz Desayuno, Amor.- riéndose picara. 


Yo la mire, desencaje mis manos y mis uñas de la encimera, me vestí y le dije en un susurro:


-La próxima vez TU seras la comida y no podrás escapar.- con la mayor de mis sonrisas.



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